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 Y para los 16 me pido las alas

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PuLa
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PuLa


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MensajeTema: Y para los 16 me pido las alas   Y para los 16 me pido las alas Icon_minitimeVie Mayo 09, 2008 6:13 pm

Hola!! Bueno ya he vuelto (parcialmente)!! Y voy a seguir colgando mi historia (la misma de antes pero continuada y renovada) y bueno... espero que os guste....

Y para los 16 me pido las alas

Hace mucho tiempo, incluso antes de que naciera el propio universo, existió una guerra…
Pero no era una guerra normal...
No se luchaba por honor, ni por instinto, ni por supervivencia... esa lucha no tenia causa... Pero aún así era una lucha que solo unos pocos conocían... Decía la leyenda que los salvadores de la tierra bajarían del cielo y derrotarían a los malvados provinentes de lo mas profundo de los corazones oscuros, y que solo podría parar la lucha el elegido, que habita entre nosotros, que es como nosotros, en parte...


Se dice que la tierra estaba en peligro, pero, quien sabe, quizás el elegido aún no haya aparecido.



Capitulo 1
<<-Si… Ha ocurrido.>>





-La noche esta preciosa.
No se había dado cuenta de que lo había dicho en voz alta, estaba sentada en el marco de la ventana de su habitación, mirando el manto de estrellas que había encima del lago. Sonrió contestándose a si misma, cerró la ventana y se acostó en la cama. Estaba muy nerviosa porque al día siguiente sería su cumpleaños, el decimosexto cumpleaños. Aunque parecía que a su madre no le hacía mucha gracia, nada más mencionar la fecha bajaba la cabeza y no hablaba en horas... No sabía por qué se comportaba así, pero sabía que no estaría sola, al menos a su abuela le hacía muchísima ilusión. Vio entonces la foto que tenia en su mesilla de noche, era de su abuela y suya, y en el marco había un grabado…
“Con alas blancas encontraras tu camino…”
La verdad es que nunca había entendido lo que quería decir pero la verdad es que tampoco le importaba mucho, quizás fuera un detalle decorativo ¿no? Cerró los ojos y pensó que solo quedaban unas horas, solo unas horas…



//De repente se levantó de la cama, no sabía por qué pero algo, un extraño impulso la llevaba hacia la ventana, con temor se asomó y se quedó ahí, parada mirando el reflejo de la luna en el agua del lago, y tan concentrada estaba que casi no se dio cuenta de que no estaba tan sola como creía. Siguió con la vista una larga sombra y se percató de que alguien estaba en el lago de espaldas, vestido de negro, justo en el centro del lago, mirando fijamente la luna de la misma manera que la miraba ella. Esa persona empezaba a girar y justo cuando ella le iba a ver la cara…//
-¡Elizabeth, el desayuno!
Ella se despertó de golpe, estaba desconcertada, y además le entró un escalofrío, se levantó casi de un salto y vio que la ventana estaba abierta de par en par.


Capítulo 2

Cerró la ventana y se quedó un momento mirando el lago. No le había hecho nada de gracia aquel escalofrió, eso no le pasaba a ella. Se vistió y empezó a peinarse, tenía el pelo castaño y los ojos marrones, nunca le había gustado ese color pero era cuestión de genes ¿no? Bajó a la cocina y se sentó en la mesa, era su cumple y su madre ni le había saludado.
-Felicidades ¿no? –dijo si madre con un intento de sonrisa.
-Gracias –sabía que la sonrisa era falsa, pero valoró el intento.
Se acordó entonces de su hermano, eran mellizos y también era su cumpleaños. Le echaba de menos, a él y a su padre. Todavía no podía aceptar sus muertes, los dos iban en su coche y tuvieron un accidente, sus cuerpos jamás se encontraron… <<Y no tuvieron un entierro digno>> pensó ella. Cuando miró el reloj vio que ya llegaba tarde, se levantó y cogió su mochila para salir pitando de ahí.
-¡Adiós! Y no me esperes para comer.
Cuando llegó a clase la profesora no había llegado aún. Se sentó en su sitio y sacó sus libros. Su libertad no tardo en finalizar.
-Callaros niños. Hoy tenemos un alumno nuevo, pero se ve que ha visto este jaleo ¡y se ha huido asustado! –dijo la profesora nada más llegar.
<<Si, seguro que va a ser eso>> pensó Elizabeth sarcásticamente. Entonces en la puerta apareció un chico alto, moreno y guapísimo. Ella se le quedó mirando embobada, él se acercó a Elizabeth, se quedó a su lado unos segundos mirándola y se sentó en el pupitre vacío que estaba detrás de ella.
-Uiiiii Liz, a mi me parece que ese chaval te ha hecho tilín –le dijo su amigo, que se sentaba delante suyo.
-Por Dios Carlos, nunca das una. Esta bien… pero no como para echar cohetes.
<<¿Cómo para echar cohetes? ¡Para echar misiles! Como está el nuevo…>>
Efectivamente, a Elizabeth le hizo tilín.
Las seis horas de clase, no paró de mirar por encima del hombro para observar a aquel chico, la verdad es que tenía la impresión de que ya le había visto antes en algún lugar; y la verdad es que él no era como los demás, atendía siempre en clase y siempre levantaba la mano el primero.
Al tocar el último timbre los dos se levantaron a la misma vez, Elizabeth se quedó petrificada al ver que el desconocido le clavaba la mirada en la nuca, y le dio un tremendo escalofrío cuando pasó a su lado. Pensó que aún no conocía su nombre y cuando se lo iba a preguntar él se le adelantó. Se paró en seco y se dio la vuelta.
-Leo, ¿acaso no era lo que me ibas a preguntar, Elizabeth?



Capítulo 3

Ese chico era raro… muy raro… No paraba de pensar en él de camino a casa de su abuela, ese día comería con ella. Él sabía su nombre, entonces se lo había preguntado a alguien, eso es que ella le interesaba, puede que incluso le había gustado… <<Si claro…>> pensó. Cuando llegó a la puerta llamó pero no le abría nadie, entonces levantó la maceta que tenia al lado y cogió una llave con la que abrió la puerta. <<un día de estos le van a robar.>> No había nadie, ella entró en la cocina, encima de la mesa había una cajita muy pequeña y una nota:
“Con alas Blancas Encontraras tu camino…” Ya empezaba a aborrecer esa frase, abrió la caja y cogió el collar que había dentro. Eran unas alas plateadas, con una cadena tan pequeña que a penas se veía. En la parte trasera del colgante ponía: “Creer para ver”
<<Vaya, más frasecitas raras…>>
-¿Te gusta? –apareció una anciana justo detrás de ella.
-¿Eh? ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
-Pues el suficiente como para saber que no vas a dejar nada en tu plato de macarrones.
No era de extrañar que su abuela le hiciera macarrones, sabía que los adoraba y todos los días que comía en su casa había macarrones como primer plato. Y siempre que comían juntas se contaban mogollón de cosas pero parecía que ese día nada salía bien, su abuela no decía ni una palabra, y ni siquiera levantaba la cabeza del plato. El silencio empezaba a hacerse incómodo.
-¿Sabes lo que dicen por ahí? –así de pronto su abuela se puso a hablar, y el tema era bastante, bastante fuera de lo normal.- Dicen que los ángeles están entre nosotros, viven con nosotros y nos protegen, ¿tu crees en eso?
Elizabeth no dijo nada solo pensó en la clase de medicina que le darían a su abuela para que dijera de pronto una cosa así.
-También dicen que no existen los demonios, bueno… algunos si creen en el infierno y todo eso, pero otros solo dicen que los demonios son los más remotos y pésimos deseos de los hombres -total, su abuela se pasó con la aspirina…- Dicen algunos a los que tomaron por locos, que existe desde tiempos remotos una guerra, una entre la luz y la oscuridad, una guerra invisible, que solo tiene un fin cual no se conoce, un fin que solo un elegido puede poner; dice la leyenda que los salvadores de la tierra bajarían del cielo y derrotarían a los malvados provinentes de lo mas profundo de los corazones oscuros, y que solo podría parar la lucha el elegido, que habita entre nosotros, que es como nosotros, en parte... –miró a su nieta con ternura y mostró una sonrisa. -Pero tú ya eres mayorcita para los cuentos ¿no? Con dieciséis años ya casi rozas la libertad, solo dos años para la mayoría de edad, y ya nadie te podrá cortar las alas, aunque ahora tampoco creo que puedan –volvió a sonreír.- Aunque tu ya no crees en los cuentos… Solo te daré un consejo: Cree en algo si lo quieres conseguir.
Cuando Elizabeth dejó de mirarla se dio cuenta de que ambas terminaron, las dos quitaron la mesa y su abuela la echó de casa porque ya llegaba tarde a la cita del medico, <<si, y que le pongan otra medicina que esta le sienta fatal para el coco>> pensó Liz cuando ya iba de camino a casa, solo que algo le extrañó; justo antes de irse su abuela, le dijo que se lo pasara bien en la excursión y que no dudara en creer en las cosas más espeluznantes cuando fuera el momento. Liz entendía lo del cuento raro pero eso si la dejó con dudas… Pero… ¿que excursión?


Capítulo 4

Al día siguiente en clase a penas prestó atención, bueno… nunca presta atención. Llevaba todo el tiempo pensando en su pobre abuela, en lo que le dijo y que es lo que podría pasarle. Tenía dos teorías: o le quería gastar una broma, o definitivamente estaba más loca de lo que jamás lo ha estado.
-Bueno pues esta tarde tenéis que ir la torre de la ciudad, una especie de excursión, quien falte se las tendrá que ver conmigo y tenéis que hacer un trabajo de lo que diga el guía.
Cuando la profesora dijo eso llamó la atención de Elizabeth. La torre de la ciudad era un edificio altísimo que ella ya había visitado mogollón de veces con su familia, y la verdad no le apetecía nada volver a recorrer las cincuenta plantas de nuevo. Pero la asignatura ya la llevaba de cabeza, no había alternativa. Cuando regresó de su mundo la profesora ya se había marchado al igual que la mayoría de sus compañeros y ella ni siquiera sabía a que hora tenía que ir. No tenía otra opción…
-Leo, perdona, ¿me puedes decir a que hora tenemos que estar ahí? –le daba un poco de corte hablarle solo cuando le interesaba.
-A las cinco, pero no vayas -¿que no vaya? ¿Pero quién se creía él como para decirle lo que tenía que hacer?
-Ehhh… ¿Qué?
-Luego me dirás que no te avisé –se levantó, recogió los libros y se fue, Liz se quedó sola con Carlos que no paraba de pegar la oreja.
-¡Pero que se cree ese! No me lo puedo creer, dos días y… ¿se cree con derecho de mandar? –Carlos parecía más pesado de lo normal, ella casi no tenía ganas de escucharle simplemente se largó dedicándole una falsa sonrisa de despedida.
No pasó por la casa de su abuela, su madre y ella comieron en silencio como los últimos días, hizo sus deberes y se dio cuenta de que ya era la hora de marcharse. <<¿Pásatelo bien en la excursión? ¿A caso se encontró con mi profesora en la calle y chismosearon sobre todo lo que pillaron? Espero que mis notas no sea uno de los temas principales…>> Todavía seguía dándole vueltas cuando llegó al pié de la torre, ya eran las cinco y cinco pero ni siquiera la profesora estaba ahí, y ella no tenía ninguna gana de esperar. Se quedó un momento mirando una de esas colchonetas para niños que había a unos metros de donde estaba, no podía ni ver el fin de la cola pues la colchoneta estaba repleta de niños felices saltando como locos, sin duda era un buen negocio.
Esperó durante unos diez minutos y la vena de su frente estaba a punto de explotar de rabia. Se le ocurrió entonces que quizás en los cinco minutos de su ausencia sus compañeros ya habían subido. Miró hacia arriba y se estremeció, un edificio de cincuenta plantas y debía de encontrar un grupo de turistas en un sitio donde siempre había turistas, como una aguja en un pajar.
Las primeras veinte plantas se le hicieron eternas, y decidió no perder más el tiempo por lo que subió directamente a la azotea. Cuando entró de nuevo en el ascensor no había nadie lo que le pareció muy raro, cuando el ascensor le avisó de su llegada, Liz se preparó para abrirse paso entre la muchedumbre que siempre había pero cuando se abrieron las puertas un escalofrío le recorrió la espalda: no había absolutamente nadie. Se acercó a la barandilla, muy baja para su pesar, que a penas le llegaba al pecho. Miró de nuevo a su espalda asustada pero de nuevo no había nadie, ni siquiera los guardias de seguridad que vigilaban a ver si se caía alguien. Se asomó a la barandilla y miró hacia abajo y de nuevo se estremeció, en la calle no había absolutamente nadie, ni coches, ni gente, nadie. La colchoneta que vio antes también estaba desierta, ni niños, ni cola. Todo le dio muy, pero que muy mala espina, y se acordó de Leo y su “Pero no vayas.” ¿Acaso era alguna bromita para llamar su atención? Pues no tenia ni pizca de gracia…
Estaba muy ocupada especulando contra Leo cuando notó como si alguien le empujaba, no notaba nada en especial, solo una gran fuerza. Estaba muy asustada pues al parecer no estaba tan sola, la fuerza se hizo mayor, ella intentó resistirse pero no fue suficiente y acabó cayendo desde esa azotea que siempre le pareció demasiado peligrosa.
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MensajeTema: Re: Y para los 16 me pido las alas   Y para los 16 me pido las alas Icon_minitimeLun Jun 30, 2008 10:34 pm

m ha encantado, esperare el siguiente capi ansiosamente
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MensajeTema: Re: Y para los 16 me pido las alas   Y para los 16 me pido las alas Icon_minitimeMar Jul 15, 2008 4:33 pm

Capítulo 5

Caía lentamente. Era una gran ironía, incluso le daba tiempo de pensar y no sabía cuanto tiempo seguiría estando viva antes de estamparse contra el suelo como los melones de uno de trabajos de Física; el examen de ese tema lo hicieron la semana pasada, lo suspendió con un tres. <<Vaya, si hubiera estudiado un poco más, al menos sabría si me da tiempo de terminar esta frase.>> Pero claro, no iba a ponerse a calcular los últimos segundos de su vida. Cogió el collar que llevaba puesto, el que le regaló su abuela, y pensó en lo que ponía. <<Creer para ver, pues me gustaría creer que tengo alas que puedo volar y que ahora mismo es un sueño pero vamos… que me estampo.>>
Oyó un estruendo, un golpe muy fuerte, luego cayó en la cuenta que era ella. Le daba vueltas la cabeza y no podía pensar con claridad, abrió los ojos y vio el cielo azul sobre su cabeza, estaba ahí tirada y no sabía qué es lo que había ocurrido.
-¿Estoy muerta?-se preguntó en voz baja y sin esperar respuesta- ¿Esto es el cielo?
-No, pero ha faltado poco.
No reconoció la voz a la primera pero le sonó muy familiar, obtuvo fuerzas suficientes como para incorporarse, incluso levantarse.
Lo primero que vio fue a Leo a unos tres metros de ahí, sonriendo, luego se fijo en que efectivamente no estaba muerta. Salió a duras penas de la colchoneta hinchable, casi cayó al suelo. Dio varios pasos hacia Leo, aun aturdida le miró con cara de mil preguntas.
-Ya te dije que no vinieras, el que avisa no es traidor, es un buen amigo y aunque no lo parezca.
Le sonrió y se fue. Ella no dijo nada, a pesar de estar a distancia considerable le oyó perfectamente, aun no había nadie, silencio.
Miró de nuevo la colchoneta, ¿era eso lo que le había salvado la vida? Se tocó la cabeza, no tenía sangre, solo un malestar. Volvió a mirar a Leo que ya no estaba, no era raro, era rarísimo. Cerró los ojos para combatir el mareo y poder sostenerse de pie, cuando los abrió no dio crédito a lo que veía. La calle estaba abarrotada de gente, como si nada, de nuevo la larga cola y los niños alocados. Pensó que el golpe le había aturdido como para crear alucinaciones. A lo lejos se veía a su profesora gritándole algo, pero Elizabeth no la escuchaba.
-Hola. ¿No eres tú muy impuntual como para llegar antes que yo?
-¿No se supone que teníamos que estar aquí a las cinco?
-No, a las cinco y media, creo que si me hicieras un poco de caso en la clase no te pasarían estas cosas.
-Bueno… me tengo que ir, profesora, me duele mucho la cabeza, lo siento.
Liz se alejó, vio algunos compañeros suyos llegar cuando tomó la esquina. Después de un largo trayecto, llegó al camino que llevaba a su casa, uno que se dirigía al lago y no veía la hora de llegar. No pensaba contarle nada a nadie, naturalmente nadie le creería. Tampoco iría al medico, le aterraban. Cuando ya llegaba a su casa reconoció de nuevo la voz y casi se pone a llorar de rabia pero se contuvo para no parecer una cría.
-¿Te lo dije o no te lo dije?
-Y supongo que me lo restregaras durante años…
-No, solo unos cuantos milenios.
Ni siquiera le miró, siguió caminando pero él la persiguió a lo largo de todo el camino.
-Oye, ¿no tienes asuntos pendientes o algún otro ser al que molestar?
-En realidad, no…
Cuando llegó solo se limitó a abrir la puerta y pegar un tremendo portazo con muchas ganas de darle en las narices o en otra parte donde resulte muy doloroso. Subió las escaleras y se acostó. Nada mejor que una siesta para un mal día.


Capítulo 6

Durmió toda la tarde y toda la noche, aunque mal. Soñó de nuevo con esa extraña figura en el lago y de nuevo despertó justo cuando le iba a ver la cara, que casualidad. No fue al instituto esa mañana, aun le dolía la cabeza y por suerte su madre no le pidió explicaciones. Se pasó todo el día en el sofá viendo la tele, no comió casi nada, y por la tarde llamó a Carlos para preguntarle los deberes. Le costó inventarse una excusa convincente así que colgó directamente cuando obtuvo la información que le hacía falta. Sobre las siete estaba viendo un programa que ni siquiera le interesaba, estaba sola, su madre ya estaba trabajando en una de las cafeterías del centro de la ciudad. Tardó bastante en reaccionar, estaban llamando al timbre. Abrió la puerta y puso los ojos como platos, el descarado de Leo estaba en el umbral con un ramo de rosas. ¿Rosas? Esta vez su reacción fue automática y le cerró la puerta en las narices. Se acostó de nuevo en el sofá sin inmutarse, como si nada. Leo apareció detrás de ella, mirándola con las cejas arqueadas.
-No me imaginaba una reacción tan mala. No te caigo bien.
-No me digas…
Él ya no dijo nada mas, dejó las rosas en el respaldo del sofá y se marchó sin hacer ruido. Ahora incluso le caía peor. Cogió las rosas y las puso en un jarrón. <<Espera… ¿rosas? ¿En que siglo vive?>> Las olió y descubrió una tarjeta: “Yo que tu tendría especial cuidado con los espacios abiertos y con las alturas… te caerás.” <<¿Pero este tío que es? ¿Vidente?>> Era razonable empezar a hacerle caso, no debía haber venido a esa “excursión”, y las alturas le daban pánico y eso no era ningún secreto por lo que supuso que había investigado sus trapos sucios.
Esa noche tampoco pudo dormir, soñó de nuevo con la misma figura en el lago, con la misma luna llena y se despertó en el mismo momento. Eso le empezaba a obsesionar. No tenía excusa como para faltar de nuevo y fue al instituto. Presentó sus deberes y no pasó nada especial, pero tenía un mal presentimiento durante todo el día e iba a averiguar qué significaba ese sueño y por qué Leo acertó en lo de la caída, y por qué era tan rematadamente guapo y misterioso y aun así le caía rematadamente mal.


Capítulo 7

-Ahora, cuéntamelo todo,-nada mas tocar el timbre Liz se dio la vuelta para interrogar a Leo- todo.
-No tengo nada que contarte… si ya lo sabes todo… o no.
-Déjate las de chico misterioso - <<Bueno, chico guapo y misterioso>> pensó.- Cuéntame como supiste que me iba a pasar algo en la Torre, es por eso por lo que dijiste que no fuera, dímelo.
-Oii no te hagas la tonta, si ya lo sabes todo, todo el jaleo, no tengo nada nuevo que contarte.
-¿Jaleo?
-Ups… no contaba con vuestra incompetencia, por algo será que todos estamos en este, marrón.
-Oye tío, ¿de qué hablas? No cambies de tema, ¿incompetencia de quién? ¿Qué jaleo? ¿Tan pronto se te ha ido la olla?
-No, si ya veo que tu entrenamiento aún no ha comenzado, tu amiguito es un inútil ¿sabes?
-Dios, veo que esta conversación no va a ningún lado.
-Dios, ese es otro…
-¿Otro que?
-Buenooooo… Que verde estas en el tema ¿no?
-¡Ya veo lo que quieres! –le iba a dar algo de la rabia, no lo soportaba y encima le decía esas tonterías.- No paras de decir estupideces para que me canse de ti y te deje, así te libras de decir la verdad, muy listo. Pero como me conoces tan bien sabrás que soy muy cabezona y esto no quedará así, ya lo sabes. “Luego dirás que no te avisé.” –se levantó y se marchó de la clase sin mirar atrás ignorando los gritos de Carlos, y a pesar de estar ya en el pasillo del instituto oyó perfectamente lo que Leo le dijo y de nuevo estaba desconcertada.
-Yo que tu tendría una larga, larga charla con tu abuela sobre tu familia, tienes que ponerte al día antes de que empiece, no me gustaría hacerlo sin que te pillara desprevenida.
Por la tarde pasó por la casa de su abuela. No estaba en casa, eso era muy raro. Toda la tarde la pasó descifrando la información que había recibido por la mañana, nada parecía tener sentido. Se acostó muy preocupada, no sabía por qué.
//De nuevo soñó con ese extraño sueño. Se levantó y abrió la ventana, ésta vez no esperó a que él se diera la vuelta. De nuevo había luna llena. El chico, se iba a dar la vuelta como siempre lo hacía. Ella se subió al marco de la ventana, casi en el borde. Estaba como atontada y no sabía bien lo que pasaba. Sintió un impulso, dio un paso, y mientras caía de la ventana oyó un suave susurro: Ya queda poco, creo que ya es la hora.//

Capítulo 8

Cuando despertó estaba aturdida, le dolía la cabeza y le costaba respirar, la pesadilla era más horrible a cada día que pasaba. Se estaba desesperando.
Se levantó temprano y apenas desayunó.
-¿Dónde está la abuela? Pasé ayer a verla y no estaba –preguntó a su madre.
-Ha ido… de viaje…
-¿Queeeeeeeeeeeeeeeeé? ¿Ella sola? ¿Se ha vuelto loca? -<<Si, definitivamente tiene que ir a que le cambien las pastillas.>>
-No es nada, solo ha ido a ver a unos viejos amigos –bajó la cabeza, su ánimo no había mejorado desde el cumpleaños.
Ahora si que había llegado al límite, todo. Era muy extraño que su abuelita tan débil y viejita hubiera ido sola a ninguna parte, a penas salía de su propia casa. Lo que tenía claro es que Leo se iba a enterar de lo que es bueno. Con todas las estupideces que dijo debía de saber algo.
En clase no tuvo la oportunidad de interrogar a nadie, la cambiaron de sitio por hablar con Carlos (en realidad Carlos era el que hablaba, Liz pasaba de él), pero por suerte sería solo ese día, estaba lejos del pesado Carlos y bueno en estas circunstancias se podría decir que lejos de “su” Leo. Nada mas tocar el timbre se levantó y se dirigió a la esquina de la clase donde se solía sentar ella con él detrás. Ese tío era más raro a cada momento que pasaba: siempre era el último en salir pero ahora ya no estaba, parecía que le hubiera leído el pensamiento y se hubiera escabullido, eso a Liz no le hubiera extrañado.
Cuando llegó a casa se dirigió directamente a su habitación, comió después de hacer los deberes y al volver a su cuarto se encontró con una pequeña sorpresa. Su abuela sentada en la cama.
-Tengo algo que decirte cariño.
-Pero… ¿tu no…?
-Nada. Elizabeth, piensa antes de hacer nada, tu puedes elegir, no como yo, ni como tu… -paró para pensar si terminar la frase.- Piensa siempre en las consecuencias.
-¿Qué? Abuela, ¿no conocerás a un tal Leo, no? Me parece que os medicáis con lo mismo… -su abuela siempre estaba feliz y siempre se reía de los chistes tontos de Liz aunque ahora tenía la cara inexpresiva o incluso seria, algo pasaba y después de todo el jaleo ocurrido, después de esos días no debía ser bueno.
-Cariño, no te quería meter en esto, a ti no. Pero esto ya ha empezado.
La anciana se levantó y se fue, Elizabeth no se molestó en moverse, ni en respirar. Tenía un cacao mental impresionante, ni siquiera sabía si lo de la torre era cierto y se había salvado o eran los efectos secundarios de una leche tremenda. Algo fallaba ahí.
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